A nivel nacional los registros son
muy altos puesto que no hay cultura de prevención y las estrategias que tiene
el INPEC para dicha prevención son muy pobres o no funcionan. En Colombia para
el 2004 habían un total de 121 convictos contagiados (hombres y mujeres), cifra
que aumentó en un 100% para el 2008 siendo para dicho año 242 contagiados de
acuerdo a ONUSIDA, aunque podrían ser más puesto que no todos los presos
informaron de su enfermedad; surgieron programas con el ánimos de prevenir el
contagio de éstas enfermedades por parte de la Secretaría de Salud Nacional
junto al Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC), siendo uno de
ellos la entrega de preservativos, sin embargo, algunos de estos internos a los
que se les dieron los vendían por mil ($1,000) pesos o dos mil ($2000) pesos al
igual que los medicamentos retrovirales para el tratamiento cuando el contagio
ya estaba confirmado.
Uno de los problemas a la hora de
prevenir esta enfermedad es en cuanto a la falta de más pedagogía de la
enfermedad con guardias e internos, a la falta de más médicos infectólogos para
atender a los internos contagiados, a la poca formación de médicos en cuanto a
VIH SIDA, al igual que los directores de los centros de reclusión y los
guardianes. A nivel cultural, los contagiados con SIDA enfrenta el rechazo de
otros presos y de la guardia por lo tanto hace imposible que la enfermedad sea
tratada a tiempo por el temor al escarmiento social que esto provocaría.
En el centro penitenciario y
carcelario San Isidro de Popayán viven privados de la libertad más de 3.000
hombres por delitos que van desde violaciones hasta homicidios[1],
conviviendo de a tres internos por cada celda cuando realmente son para dos
internos por cada celda, por lo tanto han tenido que dormir uno en el piso
frente de un sanitario sufriendo los flagelos del frío y la humedad, soportando
que cada que alguien necesite ir al baño lo pisen. Unas de las principales
causa de la propagación de enfermedades como el TBC y el VIH ha sido el
hacinamiento a la que están sometidos[2].
Otras de las causas han sido la promiscuidad sexual de los internos y la
depresión causada por su ambiente. Para el 2011 existían identificados ocho
casos con SIDA, dos más con enfermedades como herpes genital y gonorrea. Por su
parte, en la cárcel de mujeres habían 140 reclusas y hasta el año 2010 había
dos casos con VIH identificados por la Secretaría de Salud de Popayán[3].
Las causas por la cual se pudo
contagiar el virus del VIH en el centro de reclusión pueden variar: respecto a
la cárcel de hombres, las visitas conyugales en cada patio son cada quince días
pero hay otras a las que nunca han recibido una por lo tanto llevan mucho
tiempo de abstinencia, cuando consiguen una visita conyugal, por las ansias y
la alteración hormonal, olvidan colocarse el condón, cuestión que ha influido
en que dicha enfermedad se detecte la casualidad de que la mayoría de los
portadores fueron contagiados dentro de la cárcel[4].
Sin embargo, hay otro problema, la
promiscuidad sexual, la probabilidad de que una persona sentenciada a muchos
años de cárcel -hombre o mujer- inicie relaciones sexuales con sus compañeros
es muy alta, siendo más posible que se infecte o infecte a los demás. En el
caso de la cárcel de mujeres, ellas comparten celdas con al menos dos personas
más, cuestión que también las hace vulnerables, ya que la concentración del
virus del VIH no sólo está en la sangre, sino también en las secreciones
genitales[5].
El VIH-sida constituye un problema
de salud pública que debe ser atendido prioritariamente por las organizaciones
estatales, particularmente en el caso de aquellas personas que están bajo su
tutela, como es el caso de las personas privadas de libertad. Más aún, si se
tiene en cuenta que los/as jóvenes y adultos privados de su libertad en razón
de conflictos con la ley penal constituyen grupos especialmente vulnerables al
VIH-sida. Por otra parte, no debe olvidarse que la población de las cárceles es
fluctuante y que estos establecimientos no son mundos completamente cerrados.
Cada día entran y salen de ellas presos/as y otras personas, entre ellas el
personal de la cárcel y las visitas. Muchos presos/as ingresan en la cárcel
solo para sentencias cortas, y otros/as pasan allí largos períodos, volviendo
al medio libre cuando cumplen sus condenas. Algunos ingresan y salen de la
cárcel varias veces en su vida. Por ello, es importante que se tomen todas las
medidas posibles para prevenir la transmisión del VIH en las cárceles, en
beneficio no solo del personal y de los reclusos, sino también de sus familias
y del resto de la sociedad.
[1] EL ESPECTADOR. El riesgoso sexo en prisión. 29 de Septiembre, 2011. Disponible
en; http://www.elespectador.com/noticias/nacional/el-riesgoso-sexo-prision-articulo-302705
[2]EL TIEMPO. Los testimonios de reclusos que viven el viacrucis del
hacinamiento. 20 de Abril, 2015. Disponible en: http://www.eltiempo.com/politica/justicia/testimonios-de-presos-en-diferentes-carceles-del-pais/15599968
[3] EL ESPECTADOR. El riesgoso sexo en prisión. 29 de Septiembre, 2011. Disponible
en: http://www.elespectador.com/noticias/nacional/el-riesgoso-sexo-prision-articulo-302705
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.
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